El LHC de Ginebra: algo más que ciencia


¿Merece la pena invertir en investigación? ¿Dónde está la línea que separa los proyectos científicos rentables de los que no lo son? ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar el aras del conocimiento? ¿Es la técnica más valiosa que el conocimiento científico a nivel fundamental? A continuación me dispongo a plantear estas preguntas al lector a través de un ejemplo que ha dado mucho que hablar. Me refiero al LHC (Large Hadron Collider o Gran Colisionador de Hadrones) situado en la frontera Franco-Suiza, cerca de Ginebra.

El LHC que arrancó oficialmente en 2008, pertenece al CERN (Consejo europeo para la investigación nuclear). Se trata del acelerador de partículas más grade y potente del mundo, ningún otro es capaz de soportar energías tan altas como las que se liberan en un choque entre partículas en el LHC (colisiones que pueden alcanzar los 7 millones de Voltios).

A cerca de este acelerador de partículas se ha dicho mucho, cosas con fundamento y otras que son autenticas barbaridades. Hace un par de años, por ejemplo se habló de la posibilidad de vernos engullidos por un agujero negro a causa del arranque del acelerador de Ginebra, y nada menos que Dan Brown decidió escoger el LHC como uno de los parajes de su última novela.

Hasta ahora todo bien pero ¿qué es un hadrón? ¿a que se refieren con eso de acelerar partículas? Pues bien, vayamos paso a paso. Para empezar un hadrón es un tipo de partícula subatómica sensible a la interacción nuclear fuerte (la fuerza que permite que puedan formarse estructuras atómicas estables). Electrones, neutrones o protones son ejemplos hadrones. En el LHC al hablar de choques de hadrones nos referimos a protones, ya que son las partículas utilizadas en los procesos de colisión.

En un acelerador de partículas se producen choques constantemente, funcionando a pleno rendimiento el LHC produce 600 millones de colisiones por segundo. De una colisión entre dos protones viajando a gran velocidad se generan cantidades enormes de energía, los protones se desintegran debido al choque, produciendo una lluvia de partículas, que dejan una traza en el detector, los expertos trabajan a partir de estas trazas, identificando las partículas a las que ha dado lugar la colisión. De esta forma se estudian y descubren nuevas partículas. De manera simplificada puede decirse que en cada choque se reproducen las condiciones universo primigenio, justo después del Big Bang. Así cada choque nos acerca un poco más a la verdad sobre el origen del universo.

El LHC comenzó a construirse en 1995. El proyecto cuenta con la colaboración de los 20 estados miembros (Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Eslovaquia, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Italia, Noruega, Polonia, Portugal, Reino Unido, Suecia y Suiza) y otros países como Japón, Rusia, India, Canadá o Estados Unidos. En 2008 España aportó más de 55 millones de euros al CERN ( un 8,34 % de la contribución respecto al resto de estados miembros). En este mismo año el presupuesto total destinado al LHC desde su inicio en 1995, superó los 4.000 millones de euros.

Dicho esto cabe preguntarse hasta qué punto es conveniente para un país colaborar en un proyecto que requiera tal inversión de tiempo y de dinero. En referencia al gasto que ha supuesto el LHC a la comunidad internacional Cayetano López, catedrático de Física Teórica de la UAM y director del CIEMAT, en una entrevista concedida a el diario EL País, se refería al coste económico del LHC como "una cuestión de ponderación", y añadía: "una fracción minúscula del gasto militar en el mundo bastaría para financiar varios LHC".

Preguntas sobre el origen de la materia o la existencia de más dimensiones en el universo, pueden encontrar respuesta gracias al LHC. Uno de los objetivo principales de este gran laboratorio es el descubrimiento del Bosón de Higgs (la partícula de Dios), una partícula predicha en el modelo estándar pero de la que no se tiene evidencia experimental. Su existencia explicaría, entre otras cosas, el origen de las masas de las partículas y en relación a ello, el porqué se dan en la naturaleza partículas sin masa (fotones o partículas de luz) a diferencia del resto de partículas masivas.

Otra de las respuestas que promete el LHC (y en la que por cierto trabajan físicos de la UB) es acerca de las simetría del universo. Sabemos que el universo generado tras el Big Bang era simétrico, esto es, por cada partícula ordinaria se daba una pareja de las mismas características pero de carga contraria llamada antipartícula. Cuando una partículas y su respectiva anti partícula se encuentran se aniquilan. Pero en un universo así no pueden darse estructuras estables; las partículas estarían sufriendo constantes procesos de aniquilación. En un universo simétrico no podríamos existir, así que debemos agradecer a las antipartículas su desaparición. Los experimentos de LHCb tratan de explicar porqué el universo rompió esta simetría.

Preguntas tan fundamentales requieren respuesta, el hecho de contar con una herramienta como el LHC, hace que nos encontremos cada vez más cerca de la verdad sobre el universo que nos rodea. Aun así puede parecer que esta ambición, aunque muy poética, no está a la altura de 4 mil millones de euros.

¿Quién no se ha hecho nunca una radiografía? Pues bien, cuando Wilhelm Conrad Röntgen descubrió los rayos X estaba , en el año 1895 era difícil imaginar el impacto médico y social que alcanzó el descubrimiento. En 1898 Marie y Piere Curie trabajaban desgranando los misterios de la radiactividad, cuesta pensar que con ello buscaran curar enfermedades y sin embargo gracias a su trabajo, hay gente que es capaz de superar un cáncer. ¿Y si el jefe de departamento de Marie le hubiera negado el dinero necesario para su laboratorio por falta de presupuesto? La historia demuestra que la técnica avanza gracias a una investigación teórica previa. En cierto sentido podemos afirmar que la técnica no es sino hija de la ciencia.

En la web del CERN puede verse un video sobre lo que supone trabajar en el LHC, en un momento determinado la voz en off lo define así: “Trabajo para crear y compartir el conocimiento. Formo parte de inmensos descubrimientos científicos, respondiendo algunas de las preguntas más complejas, traspasando los límites del conocimiento”. Cabe reflexionar sobre el valor de la ciencia, sobre su futuro y porqué no, el futuro de nuestros investigadores noveles, esos jóvenes que invierten todo su talento en la investigación, con becas irrisorias y un mañana más que incierto, descorazonador. ¿Qué valor tiene la ciencia? ¿Qué misterios nos reserva para que la persigamos con tanta pasión? Si el ser humano tiene la capacidad de valorar, conocer y amar su propio mundo, ¿Quiénes somos para tratar de limitar esa ambición?

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